El frondizismo en otra "Crónica de la Reforma Universitaria", de Elio Noé Salcedo.
Entre el 23 de septiembre de 1955 -fecha de asunción de las autoridades de facto- y el 29 del mismo mes, fueron ocupadas por el movimiento reformista todas las Universidades del país, según se había decidido previamente en un acuerdo de la Federación Universitaria (FUA). A partir de esa semana, el movimiento estudiantil y los egresados reformistas fueron los auténticos dueños de las Facultades. De inmediato, por presión del movimiento reformista y de los profesores cesanteados o renunciantes durante el “régimen depuesto”, “comenzó el proceso de desperonización de las Universidades, similar al de todas las demás Casas de Estudio”. ADER fue la única agrupación reformista que se pronunció tempranamente contra las proscripciones universitarias de naturaleza política: en un largo comunicado del 21 de noviembre, rechazaba la exclusión de los “estudiantes afiliados a la CGU sin averiguar si fue sincero, engañado, especulador o delator policial, como así también la de comunistas por el solo hecho de serlo”. Como bien dice Ferrero, “después de años de forzado silencio y actividad semiclandestina, con la “Revolución Libertadora” se abrió una nueva era de libertades para la pequeña burguesía liberal y católico-democrática –que por contrapartida significaba privación para las masas proletarias-, lo que permitió un gran florecimiento de nuevas tendencias y agrupaciones universitarias de carácter orgánico, no circunstanciales, que tendrían permanencia y presencia continuada, porque expresaban intereses y corrientes reales del estudiantado” (3). Algunas de esas agrupaciones todavía existentes –incluso con otros nombres-, y otras se proyectaron en el tiempo, al menos hasta el golpe de 1976 (que arrasó con todas las agrupaciones políticas y gremiales, universitarias y no universitarias, aunque no todas supieron ver la catástrofe que se venía si caía el Gobierno Popular al que combatían). Los conflictos a raíz del proyecto oligárquico y antinacional de 1955 no se harían esperar. El movimiento reformista protagonizaría la primera lucha intra-estudiantil –reformistas contra católicos- alrededor de la vigencia del Art. 28 del Decreto 6403 de diciembre de ese año, que propiciaba la creación de Universidades “libres” (privadas), a tono con el requerimiento de la Iglesia Católica; aunque en el mismo decreto se prometía la autonomía de las Casas de Estudio, el Gobierno Tripartito (aunque no Paritario) y la confección por parte de los claustros universitarios de sus Estatutos, lo que conformaba en gran parte al Partido Reformista. [...] Seguir leyendo en Revista La U