NOTICIAS DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN JUAN

  • Información publicada por: Belen Ferrer
  • Fecha 22/08/2024

Celebración a la Madre Tierra 

Mientras la tierra “repone sus energías”, desde la UNSJ la celebraron

Estudiantes e Integrantes del Programa Universitario de Asuntos Indígenas de esta Universidad vivenciaron la interculturalidad con una ceremonia huarpe. Ofrendaron junto con las comunidades indígenas a la Pachamama mediante una corpachada. 

Este miércoles, acompañado por el frío bajo un día nublado, un grupo de sanjuaninos/as se reunió para celebrar y dar de comer a la Pachamama en la Ex Estación San Martín, junto al Algarrobo Sagrado Huarpe.

Fue una actividad organizada por el Programa Universitario de Asuntos Indígenas (PUAI) dependiente de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes (FFHA) de la Universidad Nacional de San Juan, a la que asistieron su decana, Myriam Arrabal; la secretaria Académica de la UNSJ, Rosa Ferrer; integrantes de pueblos indígenas; estudiantes de las carreras de Historia, Turismo y Geografía; de la Cátedra Libre de Pueblos Originarios, y público en general.


Con esta celebración, que se realiza desde 2009, las cátedras buscan reconocer la interculturalidad existente en América Latina y ponderarla, ya que es parte de la cultura local.

Como el árbol sagrado


Antes de la ceremonia, Francisco Ceballos, subdirector del PUAI, explicó lo que estaban a punto de presenciar y detalló algunos sentidos: “Para el Pueblo Huarpe en especial, el algarrobo es un árbol sagrado, no solamente porque brinda sombra y frutos que forman parte de la alimentación diaria, sino porque también está cargado de la fortaleza: la resistencia de este árbol como expresión de la identidad huarpe que nunca dejó de existir, a pesar de que haya disminuido su voz porque fue callada por consecuencia de la conquista y colonización española”. Ceballos explicó que ese proceso redujo las poblaciones indígenas y llevó a ocultar sus prácticas culturales.

La ceremonia

El subdirector del PUAI indicó que la ceremonia forma parte de la identidad del mundo andino de las comunidades indígenas, desde el norte hacia la parte meridional de Sudamérica, el centro de Chile y de Argentina, atravesando la Cordillera de los Andes

En agosto, cerca del equinoccio, la tierra está reponiendo las energías y revitalizándose para poder brindar los frutos necesarios para sobrevivir.


Por otro lado, el acto tiene un sentido comunitario y circular, algo fundamental en los pueblos indígenas, y que contrasta con el pensamiento individual y lineal de progreso de la cultura occidental.

Con cuaderno en mano y mirada curiosa, estudiantes de la Universidad se dispusieron a experimentar la ceremonia ancestral que sigue viva en el territorio sanjuanino.
Es la adoración a la Madre Tierra. Un agradecimiento por las cosechas y el buen tiempo, por los animales y la abundancia del suelo. Con el transcurso de los siglos esta celebración ancestral fue enriqueciéndose con los legados culturales, históricos y sociales de diferentes comunidades.

Agradecer y alimentarla


En este nuevo ciclo productivo las comunidades agradecen a la Madre Tierra por todo lo que brinda, por el alimento sano, por el territorio y por el buen vivir.

Además, se aprovecha para pedirle protección, sabiduría y fortaleza para caminar con lucha y unidad los tiempos difíciles que se avecinan.

La Pachamama representa a la tierra como Madre, dadora de vida y se ofrenda a ella parte de lo recibido como un acto de reciprocidad. Por esto, la ceremonia comienza abriendo una boca en la tierra, un hoyo, en el medio de cuatro guardianes de los elementos fuego, tierra, agua y aire, para así poder “corpacharla” (darle de comer). Por esto, la invitación pedía llevar alimentos, flores y bebidas para ofrendar.


Acto seguido, con aguayos, cuencos y canastas, se dispone a servir los alimentos junto a la boca de la Madre.


Con la reflexión y guía de Vanesa Guaquinchay, referente de la comunidad huarpe Guaquinchay, las y los guardianes invitaron al público a pedir y agradecer a la Madre Tierra convidándole alimentos de la mesa servida.

Luego procedieron a cerrar el pozo, colocando piedras y papel picado alrededor para dejar en evidencia que allí “paso algo”.